Wednesday, September 8, 2010

...y me encontré besando las hojas de los árboles


A pesar de mi decisión de no colocar en el popular Facebook la fecha de mi cumpleaños, -por eso de evitar felicitaciones autómatas- algunos de mis amigos que conocen esta fecha decidieron "postear" el primer FELIZ CUMPLEAÑOS y de ahi se armó una cadena de felicitaciones. Pero pocos de los que escribieron sabían que ese mismo dia emprendía un viaje hacia mi misma, que después de treinta y cuatro años no había visto a profundidad. Más importante que mi cumpleaños, era el regalo que estaba por recibir...

Ese dia de Agosto, mi amigo y yo juntamos una merienda, unas botellas de agua y salimos hacia el estado de Georgia en un carro prestado. Lo único que sabíamos era que estaríamos 10 dias en absoluto silencio y nos levantaríamos todos los días a las 4 de la mañana y dormiríamos a las 10pm. Eso ya mantenía a la mente bastante ocupada (y por qué no decirlo, preocupada). Las primeras horas de viaje fuimos distraidos con música.

Llegamos a la ciudad de Gainsville en Florida para recoger a un chico que venía al curso con nosotros. Esa noche dormimos en esa ciudad para recuperar fuerzas para el dia siguiente. Al amanecer íbamos los tres en el carro camino a Georgia.

Emprendimos un viaje de tres horas practicando el silencio en cortos intervalos hasta llegar al destino final. Nos recibieron muchos árboles, que nos daban la bienvenida con el vaivén de sus ramas. No imaginaba la amistad que pronto establecería con cada uno de ellos durante esos diez dias.

Nos registramos, nos quitaron cualquier aparato electrónico distractor y nos dirigimos a nuestras habitaciones. Hombres y mujeres fueron separados. Me despedí de mi amigo, pero el solo hecho de saber que él estaba cerca le propinó cierta tranquilidad a mi mente inquieta.

Esa noche fue sencilla, nos dieron las instrucciones para los dias venideros y al final de un discurso se estableció el voto de "Silencio Noble". No se permite ningún tipo de comunicación visual, verbal o con gestos. La mirada debería permanecer baja en todo momento para evitar hacer contacto con los demás.

Al inscribirme en este curso "pensé" que lo más difícil iban a ser las pocas horas de sueño y el no poder hablar con nadie por diez dias, pero entre otras cosas, precisamente eso era lo que iba a perder... mi "necesidad" de pensarlo todo.

Hay cosas que -por no privar a otros de su propia experiencia- no puedo contar, pero si les puedo decir que he hecho muchos talleres excelentes todos, maravillosos, pero este en particular me permitió tener un encuentro muy pero muy cercano con la naturaleza de mi mente. Hubo cosas hermosas, otras no tanto... pero así es la mente. Tiene infinitos matices, recovecos, mentiras, ilusiones y juegos por no decir otra cosa.

El segundo dia del retiro nos informaron que a partir de ese momento además del silencio noble, tendríamos que meditar por casi diez horas diarias haciendo pausas solo para comer, bañarnos y caminar un poco por el jardín.

Muchas veces he "pensado" que la experiencia es superior a la teoría. El famoso refrán "nadie aprende por experiencia ajena" también lo consideré importante. Pero todo eso cayó como una piedra en el agua al descubrir por MI PROPIA EXPERIENCIA muchas cosas que conocía teóricamente, intelectualmente. Una de esas cosas fue el poder comprobar lo que tanto dicen los maestros de yoga (incluyéndome) sobre que el yoga fue creado por los antiguos yoguis para preparar el cuerpo para meditar por largas horas. Mi práctica como alumna y como instructora de yoga cambió a partir de esa vivencia. Y les puedo decir con propiedad que es cierto. El yoga permite que el cuerpo físico sea tu aliado y no tu obstáculo al momento de meditar, no por quince minutos o media hora, sino por casi diez horas diarias.

Entre muchas vivencias que tuve, resalta una muy peculiar y es la que he decidido compartir en esta entrada.

Al cabo de unos pocos dias sin hablar, mi mente empezó a librar una batalla despiadada, un monólogo esquizofrénico, una verborrea ilimitada... y el caos se entronó sigiloso pero seguro. Y ahi estaba yo, poseída, presa del laberinto sin salida creado por mi misma.

En medio de la confusión pregunté -pero ¿quien soy yo?- Sentí la mirada profunda de una hoja. Ahi estaba ella, al final de una rama, que era parte del árbol, que pertenecía al jardín, situado en un camino, dentro del lugar donde me hospedaba. Desde lejos no la puedes distinguir, pero de cerca se ve la gota de rocío que pende de ella inmóvil. Aún más de cerca se ven sus venas. Aún más cerca su verdor penetra en mis pupilas haciéndome parte de ella. Y ahora ella me sostenía como la gota de rocío. -¿quien soy yo? Y me desprendí de ella cayendo al suelo ferozmente disolviéndome en la tierra. Regresé y al ver a la hoja lancé una afirmación -Te voy a besar- le dije. Se hizo la indiferente. La tomé entre mis manos y la besé. Se hizo la indiferente.Sonreí y me regresé a la sala de meditación.

Estuve inmóvil por casi dos horas. Sostenía con mi aliento una gota de rocío. Y se abrió una espiral de sensaciones. "Anitcha" todo surge y pasa...es momentáneo, impermanente. Toda sensación es efímera. La dejas pasar y viene otra, repitiéndose esto hasta el infinito.

Salí de nuevo al jardín y me encontré besando docenas de hojas. Me gritaban "¡yo, yo, yo!" Estaba absorta en besos y risas -¡¿Acaso vine a este retiro para descubrir que estoy loca?!- Al tratar de besar la próxima hoja las delgadas piernas de una araña espantaron mis deseos...y pensamientos.

Volví a la sala de meditación. "Anitcha"... las sensaciones son pasajeras. Todo lo que entra por nuestros sentidos es pasajero, no determina quienes somos o porqué estamos aqui. Lo que es real no se puede besar, no se puede oler, no se puede mirar, no se puede probar o escuchar.

En esos diez dias besé mil hojas, olí cientos de flores, miré infinidad de nubes dibujándose en el cielo, saboreé exquisitos manjares culinarios y escuché incesante el canto embelesador de los pájaros; pero todo eso pasó, ya no está aqui, se acabó la sensación una vez sentida, asi como se acaba la existencia del espacio en blanco mientras escribo estas letras. Ese fue uno de los más importantes aprendizajes en mi visita al centro Vipassana en Giorgia. Fueron muchos, cientos de lecciones... pero esta lección fue de una profundidad indescriptible.

Solo me queda invitarte a vivir la experiencia.

Y si ves la hoja de un árbol salúdala por mi... bésala si así lo deseas. Bésala como si besaras algo muy preciado, pero no te quedes en la sensación, pues pasará... bésala porque es a ti mismo a quien besas.

Bavatu Sabba Mangalam (Que todos los seres sean felices)