Monday, December 7, 2009

Presencia



Mucho se ha hablado en textos sobre el estar presente, en el aquí y en el ahora. De nuevo, algo que por más que lo describan, comenten o hablen no se conoce hasta que se vive.

Sentir por unos minutos una ráfaga de la consciencia de estar presente, es una bendición. Pasar una mañana en presencia? un deleite, un día? un éxtasis, Una vida? Realización. Por los momentos digamos que el tiempo es una cuenta que solo lleva el hombre-mente y la experiencia una virtud del hombre-espíritu. Ser hombre-espíritu requiere de una ágil destreza de llevar al hombre-mente de la mano y redireccionar su naturaleza salvaje, para que te acompañe silente en el camino. O simplemente dejarse llevar y confiar.

Hace unas semanas me encontraba en la cima de una montaña catalana. Una montaña mágica -o al menos provocadora de experiencias mágicas-. En una mañana otoñal, con un frío invernal, me encontraba con este cuerpecito tropical a la merced de la belleza de esta formación rocosa. Imponente y magestuosa decidí rendirme a sus pies... o más bien a su cima.

Comenzamos la jornada hacia la cima de la montaña. A pesar de la belleza envolvente, mis ánimos de subir eran más bien descendentes. Sin embargo el entusiasmo de mi acompañante me estimuló a dar el primer paso. El tiempo promedio para llegar a la cima -según el mapilla turístico- era de 2 horas.

Enrumbamos a la conquista de la cima, sin contar que en los primeros 30 minutos, el frío fuera el primer saboteador del paseo. Mis pulmones parecían reducidos,me faltaba el aliento y me sobraba el cansancio. Bajando aceleradamente se encontraba un hombre a quien le preguntamos cuanto faltaba para llegar. Con indiferencia indicó "No sé, me di por vencido falta más de una hora para llegar" JA! Me detuve en una piedra y dije "OK, fin del viaje". Escucho a lo lejos "¡Vamos profe de yoga!" Y me dije ¿qué tiene que ver el hecho de que enseñe yoga con mi deficiencia en escalar una montaña con zapatos de suela lisa?, pero el comentario le vino muy bien a mr. ego, me levanté y anduve. A lo lejos se veían dos puntos a un lado de la montaña. Dos escaladores y debajo de ellos un precipicio. Hombre-mente pensando en el comentario anterior, hombre-espíritu maravillado ante la determinación de los escaladores. Hombre-mente en dominio.

Llegamos a un descanso en el camino donde se encontraba un letrero indicando el tiempo para llegar a la cima. Faltaba una hora. Miré a Luis a los ojos, había que recapitular las intenciones y móviles para subir y ver si todavía estaban en pie. El no tenía dudas, estaba decidido a subir.

Se escuchan pasos aproximándose. Una señora y su hija pasan a un lado sin ver el letrero. "¡Señora, Señora! ¿Ha visto Ud. que falta una hora para subir?" pregunté. "Vale, gracias" responde la hija sin detenerse. Hombre-mente activo, mr. ego en dominio. Hombre-espíritu admirado ante la valentía y fuerza de madre e hija. Sigo caminando débilmente.

"Si solo tuviera un palo para apoyarme, sería perfecto" dije. Y casi sin haber terminado la frase diviso una rama semajante a un báculo. Tomarla en mis manos fue una alegoría al hombre-espíritu. Fue tender un puente hacia lo que es verdad. Encontrar un brazo perdido. Conectarse con lo que se ES y desprenderse de la mentira personal.

No me sorprendió la energía y la fuerza que me invadió al reemprender el rumbo con el báculo. En mis piernas la fortaleza de un toro, en mi corazón el ímpetud del conquistador. Caminé de prisa y entusiasta. Hombre-mente abierto a cooperar. Hombre-espíritu sonriente.

Ante el súbito cambio de humor y energía, mi compañero decidió ceder el paso y dejarse guiar. Podía sentir su alivio y su alegría ante el cambio. Como si estuviera involucrado en el acontecimiento. Y lo estaba, tal vez sin saberlo. Escuché de nuevo pasos que venían de bajada. Eran la señora y su hija. Hice una pausa. Y les di las gracias en silencio.

En medio de la vegetación, la tierra y las piedras se asomó una diminuta flor. Su color y su imponente presencia me cautivaron. Crecía en la ranura de un escalón mostrándole al mundo su belleza. Hombre-mente abre la puerta a hombre-espíritu.

La transformación tomó lugar. La cima ya no era importante. Recordé una frase que recalcaba la importancia del camino, no del destino. Disfrutar del camino, sin pensar en llegar. Fue ahi donde me entregué por completo a los pies... o a cima de la montaña. Era lo mismo. Todo era hermoso a mi alrededor. Las hojas más verdes, el cielo despejado y la temperatura perfecta para sentarse y hacer silencio.

¡Que hermosa danza la que baila el hombre en total y completa armonía con todo su Ser! Cuerpo, Mente y Espíritu en perfecto deleite musical. La cumbre, la cima de la Presencia, donde no importa más que ese preciso momento.

Jai!

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