Friday, July 3, 2009


Detente un momento, para, baja la marcha.
Hacer esta sugerencia puede resultar ofensivo para muchos que transitan esta vida urgidos. Discípulos del tiempo, siervos de lo prioritario, amantes de lo instantáneo. El tiempo es oro, aunque difícilmente lo veamos brillar en las manos.
¿Qué nos hace correr? ¿Qué nos impide detenernos por un minuto?
Comida rápida, automóviles con turbo, información de banda ancha, sexo veloz, satisfacción instantánea. Todo tiene que ser rapidito y prontito. No se puede perder el tiempo y mucho menos hacérselo perder a alguien.

Lo anterior me remonta al día en que Luis en un impulso secreto, me pidió subirme al carro y me llevó a ver su más reciente adquisición. Un velero. Hombre, -no hay tiempo para un velero- Estamos en Miami, botes a motor, bikinis brasileros y bronceados naranja. ¿Un velero? ¿Nos estamos jubilando o algo así? -¿Te gusta?- preguntó. -bueno, siempre supe que querías un bote, pero comprarlo así sin decirme nada...- dije.
Esperé nuestro primer paseo sin mucha emoción, la misma que pensé nos acompañaría en la travesía. Solo para darme cuenta de lo equivocada que estaba.
Soltamos el bote en el agua y se encendió el pequeño motor para salir a mar abierto. Me dispuse a mirar cómo las lanchas nos pasaban como cohetes en el agua dejando a su paso olas que perturbaban el libre fluir del velero. Primer efecto desagradable creado por la rapidez.
¡Hora de alzar la velas! Me aferré fuerte. -Toma el timón- me dijo. ¿Que dices? ¿que tome el timón dijiste? -¡Sí!- contestó. Jamás había tomado el mando de un velero, apenas llevaba el de mi vida. En un estruendo mágico subió la primera vela. -No hay mucho viento. Iremos despacio- dice el capitán. Dije para mis adentros -mejor así- y mientras el viento jugaba con la vela, me di cuenta de la belleza que no había sido capaz de ver. Las velas ondeando, la brisa suave besándome las mejillas, el mar imperturbable por nuestro tránsito, el vaiven del velero meciendo mis miedos y escepticismo. ¡Estamos navegando! se oye al fondo. Sí, esto es navegar. Fluir con el viento, pedirle permiso al mar y con suavidad, despacio ser uno con todo. Si Luis supiera que su sueño se convirtió en una clase de cómo una vez que fluyes y dejas que todo funcione a su paso natural, todo encaja, todo tiene sentido.

Ser oportuno, asertivo y responder eficazmente cuando sea necesario es importante. Pero permítete detenerte un minuto y ver a tu alrededor. ¿De qué te estás perdiendo al no hacerlo? En el camino que transitamos atropelladamente hay cosas, momentos y personas que esperan pacientemente nuestra atención. Muchos nos sonríen con amor buscando nuestra mirada. Sonríele. Prueba como se siente darle un segundo en tu apretada agenda. Podrás cojer el paso luego. Detente, no obvies lo que parece obvio. Deja tu celular accidentalmente en el asiento trasero del carro un día. Deja las amarras y date el permiso de ser libre, de ir despacio, muy despacio. No seas un vago, sé un observador. Sé un marinero con un telescopio buscando tierra. Atento. Alerta. Pero tranquilo. El momento de actuar llegará. Y cuando llegue, actúa. Mientras tanto disfruta el paisaje y alza las velas de tu velero.

Despacio, que tengo prisa.

2 comments:

ilseort said...

¡Sí! Como me enseñó mi maestro de cábala: confundimos lo urgente con lo importante.

Vane G. said...

Hacer del camino, la meta, y disfrutar el recorrido... Toda una empresa, nowdays....