Wednesday, July 8, 2009

...del Guerrero de la Luz

¿El pájaro está vivo?

El joven estaba concluyendo su periodo de preparación, y muy pronto pasaría a enseñar. Como todo buen alumno, necesitaba desafiar a su profesor, y desarrollar su propia manera de pensar. Así que capturó un pájaro, lo agarró con una mano, y lo llevó hasta él:

-Maestro: ¿este pájaro está vivo o muerto?

Su plan era el siguiente: si el maestro dijera “muerto”, él abriría la mano y el pájaro se echaría a volar. Si la respuesta fuese “vivo”, él lo aplastaría entre los dedos. De esa manera, el maestro siempre estaría equivocado.

-Maestro, ¿el pájaro está vivo o muerto? – insiste.

-Mi querido alumno, esto va a depender de ti – es el comentario del maestro.

El aprendiz indeseable

-No tenemos puertas en nuestro monasterio –le comentó Shantih al visitante.

-¿Y qué pasa con las personas inoportunas, que vienen a perturbar la paz del lugar?

-Las ignoramos, y acaban marchándose.

-¿Nada más? ¿Y eso da resultado?

Shantih no respondió. El visitante insistió algunas veces más. Viendo que no obtenía respuesta, resolvió partir.

“¿Has visto como sí que funciona?”, se dijo Shantih, sonriendo.

El yogui y el loco

Nasrudin, el maestro loco de la tradición sufí, pasa frente a una gruta, ve a un yogui en plena meditación, y le pregunta lo que está buscando.

-Observo los animales, y he aprendido de ellos muchas lecciones que pueden transformar la vida de un hombre – dijo el yogui.

-Enséñame lo que sabes, y yo te enseñaré lo que aprendí, pues, en cierta ocasión, un pez me salvó la vida – responde Nasrudin.

El yogui se queda asombrado: si un pez salvó la vida de aquel hombre, debe tratarse sin duda de un santo. Decide, por tanto, enseñarle todo lo que sabe.

Cuando termina, le dice a Nasrudin:

-Ahora que te he enseñado todo lo que sé, sería para mí un honor escuchar la historia de cómo un pez te salvó la vida.

-Fue sencillo. Yo estaba casi muriéndome de hambre cuando lo pesqué, y gracias a él conseguí sobrevivir tres días.

Iluminación en siete días

Buda afirmó frente a sus discípulos: el que se esfuerza, puede alcanzar la iluminación en siete días. Si no lo consigue, sin duda lo logrará en siete meses, o en siete años.

Un joven se propuso conseguirlo en una semana, y quiso saber cómo debía actuar. “Concentración” fue la respuesta.

El joven empezó a practicar, pero diez minutos más tarde ya se había distraído, y consideró que no estaba perdiendo el tiempo, sino habituándose consigo mismo.

Un buen día decidió que no era necesario llegar tan rápido a su meta, pues el camino le estaba enseñando muchas cosas.

Y fue en este momento cuando alcanzó la iluminación.


No cuestionar la búsqueda

Cuenta Sri Ramakrisna que un hombre se aprestaba a cruzar un río cuando el maestro Bibhishana se aproximó, escribió un nombre en una hoja, la ató a la espalda del hombre y le dijo:

- No tengas miedo. Tu fe te ayudará a caminar sobre las aguas. Pero en el instante en que pierdas la fe, te ahogarás.

El hombre confió en Bibhishana y comenzó a caminar sobre las aguas, sin ninguna dificultad, A cierta altura, no obstante, sintió un inmenso deseo de saber lo que su maestro había escrito en la hoja atada a sus espaldas.

La cogió y leyó lo que estaba escrito:

“¡Oh, dios Rama, ayuda a este hombre a cruzar el río”

“¿Sólo esto?”, pensó el hombre. “¿Quien es este dios Rama, al fin y al cabo?”

En el momento en que la duda se instaló en su mente él se sumergió y se ahogó en la corriente.


Publicado por Paulo Coelho en Guerrero de la Luz -online-.

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